Sunny (Edición Integral)

En el último volumen de Sunny, Taiyô Matsumoto sigue mostrándonos la parte más humana de la vida, detalles tal vez insignificantes pero que explican mucho más de lo que parece, como la desesperación de Sei cuando no encuentra a su rana o la tristeza de Yuri y su rechazo al parque de atracciones por el simple hecho de haber perdido una cantimplora. El desenlace de algunas de las historias que se han ido hilvanando a lo largo de varios capítulos a veces será el esperado y otras nos sorprenderá, pero al final nos quedará la sensación de un trabajo bien hecho y la ternura con la que el autor ha creado a sus personajes permanecerá, dejándonos una huella indeleble.

Ha llegado el verano y, con él, la competición de béisbol entre diversas casas de acogida, pero Haruo se siente frustrado y opta por una emoción mayor que la de un partido. La frustración también hace mella en Sei, que urdirá un plan temerario en respuesta a la falta de noticias de sus padres…

Los habitantes de la casa de los niños de las estrellas afrontan una montaña rusa emocional en el cuarto volumen de Sunny, fluctuando sus sentimientos entre la dolorosa añoranza, las esperanzas truncadas y la agridulce sensación de pertenencia al hogar de acogida.

El día a día de la casa de los niños de las estrellas se ve alterado por un equipo de la televisión local que graba un reportaje protagonizado por los pequeños huéspedes; así, Haruo, Sei, Junsuke, Kiko y compañía exponen sus sueños, miedos, ilusiones e inseguridades ante las cámaras.

Tras conocer a Sei, Haruo, Shôsuke y el resto de huéspedes de esta casa de acogida, seguimos conociendo sus vivencias, sus alegrías y tristezas, a través de un nuevo tomo de esta aclamada obra de Taiyô Mastumoto (GoGo Monster).

Ambientada en una casa de acogida, Sunny ofrece una peculiar visión del mundo: la de un grupo de niños muy especiales, abandonados u obligados por las circunstancias a estar lejos de sus familias. Imaginativos, inquietos y gamberros, pero también nostálgicos e inevitablemente marcados por las circunstancias, aprovechan cada ocasión que se les presenta para jugar en el Sunny 1200 situado en el jardín del refugio, un viejo coche convertido en su pasatiempo preferido.