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Un día de lluvias torrenciales, Kota vuelve de trabajar cuando se encuentra en el parque a Maru, un chico tan dulce y cariñoso como un cachorro. El joven, empapado y ebrio, lo confunde con otra persona y le suplica que no lo abandone, por lo que Kota no tiene más opción que llevárselo a casa. Nada más pasar por la puerta, Maru se lanza a sus brazos, buscando el calor de su cuerpo. Acostumbrado a ser el segundo plato de otro hombre y, creyendo que Kota es su amante, intenta darle placer.
Para él, el sexo es la única forma en que puede expresar su amor. A la mañana siguiente, cuando Kota le lleva el desayuno, Maru se pone a llorar desconsoladamente. El pobre no tiene adónde ir y su anftrión, conmovido y harto de estar solo, decide acogerlo en su casa de forma provisional.